Datos personales

Mi foto
 Ciudad de la furia, Argentina

Archivo

miércoles, 9 de febrero de 2011

Precaria quietud de la hora...

Recomenzar el silencio, implorar sus dones. La mirada; la alegria; la confianza. Habitar su plenitud. Desplegar, abrir, alejar. Ensayar la libertad, la extension, el aire, el vuelo. Sostener la vida en alto, suspendida, como la luna; y como la luna descender, luego descender por detras, descender despacio. Como la luna, hacia otra altura. La oscuridad se oye, se oye la noche, se oye el tiempo, el silencio se oye, se oye el frio, se oyen los huecos. La rama quieta, la calle dormida, la claridad del alba. Se oyen los bordes, los espacios, los rincones. Se oye el aire sobre las cosas, el polvo descendido, lo rugoso, lo aspero, lo liso. Se oye la hoja dentro del libro, los nudos de la madera, el apretado interior del ladrillo. Tus miradas se oyen, tus manos vacilantes, tu frente inclinada. Se oye tu oir, la red transparente que has tendido. El cielo, la tierra, la nube clara, los vivos, los muertos. Todo se oye. Y sobre la infinita tension del timpano, tambien, no se oye nada. El ascenso, el balanceo, la cadencia. Antes, despues, nunca, jamas, no se oye nada. Descanso, atiendo, escucho, comprendo, no hay palabra. En el profundo hueco de la eternidad el canto de un pajaro resonando, suspendido en un aire sin margenes ascendiendo por la ladera del cielo, asomado a las cumbres de la claridad, derramandose por la delicada pendiente de un cadencioso lecho aereo. Despues, el vortice pristino del silencio, una distancia extendida sin limites hasta desaparecer las cosas, hasta barrer las nubes, los horizontes, las orbitas. Solo distancia, como el vuelo majestuoso del aguila que es el silencio que ya no se oye, no se piensa... no se canta. En el cristal de su absoluto dominio el indice impreciso de mi nostalgia dibuja con torpeza nuevamente el mundo el arco invisible del cielo, el surco de las nubes, la ruta de los pajaros. El hueco profundo del canto, la eternidad resonando. Las palabras son un intrincado bosque de obsesivas y alarmantes voces. Te reclaman, te advierten, te alientan, te levantan, te llevan y te dejan caer. La palabra angustia te llena los ojos de lagrimas. La palabra dolor te hace llorar. La palabra muerte se lleva para siempre tus amigos, se lleva tu mujer, tu hijo, tus padres y te espera al final. La palabra absurdo te pesa al abrir el dia, te abate al cerrar los años. La palabra desesperacion te lleva de su mano. Un intrincado bosque de voces que te reclaman y no te dejan en paz. La alegria es un cascabel de palabras, el amor es una palabra calida, la esperanza una palabra con distancias, el exito una palabra en la cima de una montaña de palabras. Palabras, infinitas bocas, infinitas paginas. Se leen, se dicen, se repiten, se escriben, se susurran, se gritan, se guardan, se graban, se publican, se atesoran, se pierden, se regalan, se venden. Palabras, palabras, palabras, palabras y este vacio en el corazon que tiembla, que ya no escucha, que calla, que no sabe si tendra fin esta tormenta, este infinito silencio como un hueco con el arrullo del mar dentro, con nubes blancas en el cielo, con bandadas de patos negros. Corazon despoblado de voces que no entiendo, ni quiero. Corazon con la palabra bosque, belleza, amor, Dios y silencio. En la orilla lejana  donde la locomotora ruge acaba el lago del silencio y comienza en esta orilla apenas mas alla de mi frente, más alla de mis pobres palabras. Estoy fuera, su quietud no me ampara. Deberia arrojarme sin reparos a sus aguas, sumergirme para siempre en su misterio. El pavoroso estruendo del mundo estalla sin piedad en mis sienes, se ha alojado en mi desesperado corazon. Todas las maquinas atruenan en mis oidos, chocan violentamente las armas, golpean con furor todos los martillos, el acero, la madera y la piedra; se desmoronan sobre mi cabeza. Silencio. Tu mirada se extiende transparente, nada agita tu profundo vientre. Deambulo impotente fuera de tu magia, solo me llaga la caracola de tu distancia. Mientras conversaba con un amigo, observaba a lo lejos el sol de la tarde sobre las torres del templo. La poesia y los dioses convocaban nuestro encuentro y deciamos de la musica y las palabras de un mismo y unico misterio. El sol de otoño templaba los muros grises del campanario, se filtraba entre las columnas, encendia la calma de los espacios, demoraba su luz entre palabra y palabra se llegaba al corazón y lo pulsaba, entre la clara luz del templo sonaba la campana. Lanzo una piedra sobre el agua, el ojo del aire se alerta, los pajaros callan, zumban los insectos, la brisa se esconde entre las ramas. ¿Por que? ¿Que hice? ¿Que pasa?. El timpano del cielo se inclina atento. El guijarro es un ruego, una apretada plegaria. He atado a la piedra todos mis deseos y alla van sobre el agua, los he anudado con el viento, con los dedos, con el alma. Un imperceptible chasquido y desaparecen, se hunden en lo hondo, se sumergen. Pero arrastran consigo todo, tiran hacia el fondo y se desliza el agua, se arriman las orillas, las arenas y el bosque se acercan, los cuatro horizontes del mundo se anulan en un punto. Como un pañuelo jalado por el centro ha desaparecido todo en un momento. Permanezco en pie absorto, aterrado, inmovil junto al vacio, enhiesto ante la ausencia. No toco, no siento, no veo. Ahora suelto mis lagrimas, abandonan mis pupilas, se deslizan sin pausa, surcan mis mejillas, salan mis labios, ruedan por mi garganta, humedecen mi pecho mojan mis brazos, mis manos, mis dedos... y dejan mojan mi vientre, mis muslos, mis pies.. y se alejan. Una infinita dulzura se derrama y va creciendo el agua, sus orillas, los arboles, la brisa, el aire, el canto de los pajaros, los insectos, el cielo, los cuatro horizontes ajustados a lo lejos. Tambien retornan todos mis deseos, vuelve a pesar mi pecho. En mi mano abierta otra vez la piedra... la tomo entre mis dedos y en la orilla la dejo. Respiro profundamente y con calma vuelvo al camino y me alejo .

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los dias los mismos trayectos; quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien hace de la television su guru. Muere lentamente quien evita una pasion, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "ies" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos. Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando esta infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detras de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye musica, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente, quien pasa los dias quejandose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hara que conquistemos una esplendida felicidad.